viernes, 16 de noviembre de 2012

Los santos del Carmelo:recuperar los ideales


Pensando hace unos días en los santos del Carmelo, meditaba en la necesidad que tenemos los cristianos de grandes ideales.  Y los grandes ideales, no son necesariamente hacer castillos en el aire o idear quimeras, sino anclar los pies en el suelo y tener las cosas claras. ¿a qué me estoy refieriendo?

Cuando santa Teresa vuelve los ojos a "aquello santos padres pasados ermitaños" y a su estilo de vida, no hace una simple copia de aquella vida ermitaña, sino que lleva a su época y las circunstancias de la Iglesia y de la España del momento, aquellos grandes ideales que movieron a los primeros ermitaños del Carmelo: la soledad que hace las relaciones fraternas más profundas, libertad frente a los bienes y poderes sociales, oración que es trato de amistad con Dios, etc.

Y es que Teresa tenía muy claro que "solo Dios basta", y porque sólo Dios basta, se lanzó al seguimiento de Jesucristo. Las soluciones que se están dado a la actual crisis de fe, no son en mi pobre entender satisfactorias. Por un lado está la asunción indiscriminada de los mal entendidos "signos de los tiempos". Una asunción de las tendencias actuales, sin examinarlas a la luz del Evangfelio, y sin hacer un discernimiento serio, lleva a un cristianismo mundanizado, y apartado de los ideales evangélicos. Así sucedía ya en tiempos teresianos, donde la vida religiosa y social vivía inmeresa en los intereses políticos del momento, fomentaba las clases sociales, incluso dentro de los monasterios, y promovía una vida religiosa insulsa y mortecina.

Un cristianismo moralizante, sea partiendo del rigorismo moral o del buenismo, que consiste en reducir la vida cristiana a ser buenas personas, llega a una vida cristiana sin contenido teológico, donde la gracia queda sustituída por el esfuerzo personal, y la vida cristiana reducida a una ética rigorista o humanista según los casos.

Un cristianismo pietista, basado en la practica sacramental como un fin: ser buen cristiano es ir a Misa, confesarse con frecuencia y rezar el Rosario, es un buen tranquilizador de la conciencia frente a las exigencias de los ideales evangélicos. Este cristianismo a veces decae incluso en la superstición o en la idolatría, usando las prácticas cristianas como usos mágicos para librarnos de nuestros problemas.

Cuando Teresa insiste en la necesidad de la humanidad de Cristo para ir a Dios, no es una simple forma pietista de oración; no es llegar a Dios de una manera sensible o más humana. Sino es la conciencia radical de que sólo se llega a Dios siguiendo al Jesús histórico, de carne y hueso, que recorrió los camino de Galilea, y que nos dió ejemplo de vida con su vida, su palabra y sus ideales. Si queremos un cristianismo vivo, tenemos necesidad de comprender que creer en Jesús, conlleva vivir como vivió Él, pues como dice Juan todo aquel que dice: «Yo permanezco en él», debe andar como él anduvo. El camino místico nos lleva a recuperar el seguimiento de Jesús como único cámino para todo cristiano. Y por supuesto que ser cristiano conlleva una moral, los sacramentos, y el humanismo,pero como medio, no como fin. La obediencia de Jesús al Padre lo llevó a la muerte, ¿a qué nos lleva nuestro cómodo cristianismo?

La vitalidad de la vida cristiana está en recuperar el segumiento radical de Jesús, según el Evangelio. Salir de nuestro cómodo cristianismo, para entrar en la vida de Dios, siguiendo a Jesús con todas las consecuencias. Hoy como ayer deben de resonar en los cristianos las exigencias evangelicas: "dejar al padre y a la madre, renunciar a los bienes, a uno mismo, dejarlo todo por el Reino, y vivir en una obediencia absoluta al Padre" como Jesús vivió. Sólo recuperando los grandes ideales evangélico pondremos nuestro granito de arena para no entorpecer la irrupción del Reino de Dios en nuestro mundo. En esto consiste la mística, la mística verdadera, la que vivieron Teresa y Juan de la Cruz.

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